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Nº 2 Marzo, 2006

Enlaces en la red.

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Incluimos en esta sección una selección de enlaces que pueden serte útiles para profundizar en algunos de los temas que hemos tratado:
·         La página Historia del Siglo XX, del profesor Juan Carlos Ocaña contiene una buena colección de páginas temáticas y documentos relativos a los grandes conflictos de la pasada centuria. Te recomendamos en particular el apartado relativo a la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más trascendental del mundo contemporáneo, de cuyo final se cumplen 60 años:
http://www.historiasiglo20.org/IIGM/index.htm
·         En la web del grupo Memoria Republicana encontrarás un montón de biografías de personajes de la época y una buena colección de textos sobre batallas, episodios destacables…:
http://www.sbhac.net/Republica/republia.htm
·         Esta experiencia de un instituto de Aluche – La guerra de nuestros abuelos- nos puede servir como modelo para la realización de nuestros trabajos de investigación:
http://platea.cnice.mecd.es/~anilo/abuelos/primera.htm
·         Y aquí tienes una exposición virtual de carteles de la guerra, con su despliegue de  efectos propagandísticos para la movilización general en la época de la “guerra total”:
http://campus.uab.es/~2072392/

Los Republicanos represaliados en Valdenoceda (Burgos)

Los Olvidados de Valdenoceda

EN UN PEQUEÑO PUEBLO DE BURGOS, LOS RESTOS DE 153 PRESOS REPUBLICANOS MUERTOS EN PRISIÓN TRAS LA GUERRA CIVIL ESPERAN UN FUNERAL DIGNO.

El pequeño pueblo de Valdenoceda en el norte de la provincia de Burgos, tiene 73 habitantes y un pequeño cementerio que esconde un terrible pasado: cada vez que se excava una nueva tumba asoman los restos de uno o varios esqueletos humanos sepultados allí hace más de seis décadas. Permanecen enterrados a tan sólo un palmo de la superficie y corresponden a 153 personas, antiguos presos republicanos que murieron allí de hambre y de frío en los años posteriores al a Guerra Civil (1936-1939), encerrados en una antigua prisión a orillas del río Ebro.

Juan María González Fernández de Mera era uno de ellos. Murió el 14 de abril de 1941, justo 10 años después de la proclamación de la II República y el día en el que cumplía 50 años. Dejó solos a cuatro hijos y a una mujer analfabeta, como cuenta su nieto José María. Su delito: “Adhesión a la rebelión” por ser el conserje de la Casa del Pueblo de Ciudad Real, la manera del franquismo de negar su golpe de Estado contra el Gobierno republicano acusando a los vencidos de traición(...)

Juan María fue detenido al poco de terminar la guerra y llevado a la prisión de Valdenoceda en un tren e ganado con centenares de manchegos, de los que 62 perderían su vida a más de 400 kilómetros de sus hogares junto a decenas de madrileños, vascos, andaluces, gallegos, catalanes.... Sus nombres, pero sobre todo el lugar y la forma en que murieron, han permanecido olvidados durante décadas, hasta que el nieto de Juan María comenzó a indagar.

“Mi padre hablaba muy poco sobre la muerte de mi abuelo, era un tema prohibido en casa”, dice José María González, comercial de profesión y residente en Amorebieta (Vizcaya). Pero la curiosidad pudo más. “Queríamos saber dónde había fallecido, y sobre todo qué delito había cometido”, cuenta. La pista llevó pronto, a él y a su sobrino, hasta el juzgado de Valdenoceda. “Su nombre estaba en el registro de defunción, pero nos llamó la atención que, como él había decenas de personas que murieron por las mismas causas: colitis epidémica o tuberculosis pulmonar”
Algo estremeció a José María: “No había ninguna tumba. A medida que morían, los enterraban en fosas comunes cerca del cementerio, ya que el sacerdote de entonces no permitía que los rojos compartieran sus tumbas con sus fieles.” (...)

Historia de un hombre que sobrevivió al infierno

ERNESTO SEMPERE tiene 84 años y es uno de los últimos supervivientes de Valdenoceda, “una prisión de exterminio”, como la describe. La recuerda por su “crueldad” y sus duras condiciones de vida: frío, oscuridad y una ración de comida al día que consistía en “una alubia podrida flotando en un caldo sucio”, y medidas disciplinarias criminales como encerrar a los presos en “celdas de castigo en el sótano, que con la crecida del Ebro se inundaban hasta la altura del cuello”, recuerda. “null”.

Sempere nació en Ciudad Real y luchó en la guerra como comandante en el Ejército Popular. Fue hecho prisionero en 1939. “El 17 de julio e 1940 me condenaron a 20 años e prisión. Lo recuerdo porque es noche fusilaron a mi padre”. Ernesto Sempere Beneyto, presidente provincial e Unión Republicana. Cuando llegó a Valdenoceda “era de noche y hacía mucho frío”, recuerda. Lo primero que vio fue a “un hombre con pelo blanco y ojos tristísimos. Lo más cercano a la locura”. Era el catedrático de Historia Juan Antonio Gaya, que junto a Sempere y otros 11 reclusos serían conocidos como los 13 de la fama. (...)

Valdenoceda es un recuerdo “muy amargo” para este anciano que no olvida, pero sí perdona, “algo que con los años es fácil”.

El PAÍS, Domingo 19 de Diciembre de 2004, Suplemento, 12 Historia

Cómo realizar un trabajo de historia oral:

Cómo realizar un trabajo de historia oral:

Recoger la información oral de miles de ciudadanos comunes, protagonistas de la Historia del siglo XX que viven a nuestro alrededor, es tener el privilegio de acceder a una información de primera mano, muchas veces olvidada o silenciada. A nuestro alrededor viven todavía miles de testigos que, sea cual fuere su ideología, pueden contarnos su versión de lo sucedido y podemos recoger su testimonio.

Para llevar a cabo una encuesta de historia oral tendremos en cuenta los siguientes pasos:

1. Selección del entrevistado En general, debe darse preferencia a los ancianos sobre la gente de menor edad. Los hombres suelen ser mejores informadores sobre asuntos de la vida pública, experiencias de guerra, sindicatos, reivindicaciones, etc..., Las mujeres suelen tener informaciones fundamentales sobre la vida cotidiana, las tradiciones, las relaciones familiares, las condiciones de trabajo en el campo...

2. Respeto al testimonio. El entrevistado debe dar voluntariamente su testimonio. Si decide informarnos, debe saber el uso que se hará de su relato. Puede decir por ejemplo que no se puede consultar sin su permiso expreso, o que por el contrario desea que la escuchen cuantos puedan interesarse en la historia... La mayoría suele dar su testimonio gustosamente, sorprendidos de que a alguien le pueda interesar su relato y que no se reciba como "las batallas del abuelo" o "la monserga de la abuela".

3. Preparación de la entrevista. Necesitaremos recoger algunos datos que nos servirán para preparar la entrevista: el año y lugar de nacimiento, dónde pasó su infancia, juventud y madurez y algún acontecimiento o circunstancia singular a lo largo de su vida (guerra, guerrilla, emigración, exilio, cárcel, por ejemplo). Sobre esos datos deberemos hacer un trabajo previo que nos permita relacionar la vida del entrevistado con una sencilla cronología histórica. Desde luego, puede utilizarse cualquier método, aunque nosotros proponemos aquí uno muy sencillo: se trata de confeccionar una cronología a tres columnas, que ponga en relación los distintos períodos de la vida del entrevistado (infancia, juventud, etc...), que figuraran en la primera columna, con los períodos históricos o acontecimientos más importantes da cada etapa. La tercera columna la reservaremos para acontecimientos, medidas, costumbres o cualquier otro aspecto que creemos que haya podido afectar a la vida del entrevistado por ser cuestiones generales, locales, o por ambas cosas a la vez (la Guerra Civil, La Reforma Agraria, al caciquismo, el racionamiento, el estraperlo, etc...). Por ultimo debemos tener previsto dar cabida a toda la información sobre la vida cotidiana, juegos escuela, noviazgos, celebraciones, crianzas, etc...

4. Desarrollo de la entrevista: Nuestra entrevista no se parecerá nada a las que suelen hacer los periodistas, es decir, no será una sucesión de preguntas para que la persona nos conteste y nos de la información que buscamos. Sería absurdo, en primer lugar porque del tema sobre el que queremos charlar (lo que ha vivido y cómo lo vivió) nadie sabe más que nuestro entrevistado. El mejor método es dejar que el entrevistado cuente su vida desde el principio, partiendo de la infancia, que es la base más sólida de sus recuerdos. Cuando haya completado el relato será el momento de preguntarle las cosas que hayan quedado fuera de él y que nos parezcan importantes. vamos a entrevistarnos con un protagonista vivo de una larga etapa histórica, su testimonio no es cualquier cosa, es irrepetible y no está en los libros ni en los archivos

5. La grabación de la entrevista debe archivarse acompañada de los datos sobre el informante. La fecha de realización y el período que abarca, así como un pequeño índice de los temas más importantes que trata, para que pueda ser fuente de información y objeto de reflexión o trabajo para quien pueda estar interesado, aunque ni conozca al informante ni haya realizado la entrevista.

Tomasa M.H., una fuenlabreña de 95 años

Tomasa M.H., una fuenlabreña de 95 años

Edición: Jesús Sánchez Fernández

Entrevista realizada por Rebeca Mories e Irene Castillo, en abril a la abuela de una amiga:

Se llama Tomasa MH y tiene 95 años. Siempre ha vivido en Fuenlabrada

A. La INFANCIA en Fuenlabrada . Década de 1910

(Su madre) Tuvo 6 hijos, me parece, no se murió ninguno.¡ Sí! se murió uno. Se llamaba Julián, tenía una joroba, le dejaron de caer y le salió un bulto, una joroba, no podía andar, pobrecito. Y era un niño mayor, tendría unos siete, ocho ó nueve años.
(Las mujeres) parían en su casa, no había sanatorio ni nada,(…) Había una comadrona, Lázara, ¿sabes?,(…) y yo le decía Lázara, ven corriendo a mi casa, que está mi hija muy mala. A ella sin embargo, la atendió : “el médico del pueblo, Don José”. Al parecer Lázara estaba atendiendo en ese momento otro parto del que nació un niño.
Había muchos piojos, ¿sabéis lo que son piojos?

Yo no he ido al colegio. Se quedó mi madre viuda con 6 hijos y entonces no pagaban a nadie e íbamos a pedir. (…) Todos los muchachos íbamos a pedir a la Moraleja y a Humanes (ríe),¡ Menuda vida!. Mi madre se llevaba a todos los niños a pedir. Mi madre estuvo sirviendo en Humanes, ¿sabes?. Cuándo era moza y la conocían, como era un pueblo pequeñito, pues se conocían todos, no como ahora, que no conocéis a nadie. (…) Pedían de todo. En Humanes, a mi madre le daban de todo, (piensa) ...uhh, tocino, que hacían muchas matanzas.

Yo no tenía tiempo de jugar. No había dinero, ¡Cómo lo iban a regalar! (bromea). En la calle (jugaban) todos los muchachos. En una carreta ibas enganchada con dos bueyes, y como corrían tanto me salió un bulto en el cogote porque me pisaron, y los bueyes pisaron a un niño. Estaba en la calle cuándo era chico, en la calle Lobo, en donde tengo yo mi casita. Y había títeres en la plaza, y llevábamos sillas para sentarnos. (…) venía un hombre con un tambor y daba vueltas por el pueblo, ¿sabes? y títeres en la plaza.(…) Jugábamos a las cartas todos los días por las tardes o cuándo no, cosíamos, y no como ahora que nadie cose. Yo echaba mucho remiendo a los calcetines, le llamábamos la soleta, toda la planta del pie, venga a coser calcetines...(…)No había teléfono, nada más uno en la plaza, en una casa.
Rebeca e Irene:- ¿Había agua corriente?
Tomasa:- No, (ríe), cuándo nevaba echábamos todos a correr a la fuente a por agua.
R e I.- ¿Había luz eléctrica?
T.- Poca, poca. Algunas casas tenían, otras no; y veíamos con un candil. Echábamos aceite y poníamos un cachito de cera, se hacía una tocia y se ponía en el candil y lucía. Mi madre decía: “Ya no echo más aceite, ¡A la cama! ¡Muchachos acostaros!. (ríe),
R e I.- ¿Dónde lavaban la ropa?
T.- Había lavadero, estaba para allá abajo
R e I.- ¿Cómo era?
T.- De piedra, muy bien. Venia el agua de la fuente de los Cuatro Caños y todos los días estaba abierto y era una nave muy grande.(…)
R e I.- ¿Cuándo se duchaban y cuándo se cambiaban de ropa?
T.- Cuándo teníamos mucha mierda (ríe a carcajadas)
R e I.- ¿Cada cuánto tiempo?
T.- (Ríe) No lo contábamos, no era como ahora que dices… No es como ahora. Los muchachos se los limpiaban así (nos hace el gesto de limpiarse los mocos con la manga, ); no tenían pañuelo (ríe)
(…)
R e I.- ¿Qué comían?
T.- Un pote en la sartén,…
R e I.- ¿Dónde compraban la comida?
T.- En la tienda, ¿A ver si te vas a creer que no había tiendas? Lo que no había era dinero (ríe otra vez)
R e I.- ¿Todos los miembros comían lo mismo?
T.- Sí, todos en el mismo plato, … el que se daba más prisa era el que más comía.
R e I.- ¿Dónde guardaban los alimentos?
T.- En el pozo, en una soga lo atábamos. Para Semana Santa no se comía carne y cogía mi marido muchos conejos de dónde el cementerio…
R e I.- ¿Se acuerda del precio de algún producto, pan, leche…?
T.- Muy poquito, no me acuerdo. Lo que me acuerdo, que valía un kilo de filetes en Leganés, cuándo estaba yo sirviendo 4 pesetas con 40 céntimos
R e I.- ¿En su casa producían algún producto?
T.- No, bueno, la gente pobre, patatas, (ríe). La gente pobre no comía filetes (riéndose) nada más que patatas con poco aceite (termina a carcajadas)

B. La MOCEDAD. Hacia LA REPÚBLICA. Años veinte y treinta.

R e I.- ¿ A qué edad empezó a trabajar?
T.- En seguida me puse a trabajar para servir en el pueblo, ¡Ya ves como sería yo,!, que me dio una señora ropa sucia para lavar y no la quise lavar por la vergüenza, de que me miraba la gente, … y por si se creían que era mío.
R e I.- ¿Con cuántos años servía?
T.- A lo mejor tenía 12 añitos ( Y nos vuelve contar la anécdota de la ropa sucia)
R e I.-¿ Cuánto dinero te daban?
T.- Tres duros, yo ganaba más en Leganés, cuándo era moza (ríe). Da vergüenza decir que me lo daban por un mes. Mi madre me echaba a mí la cuenta y ganaba todos los días una peseta con 15 céntimos.
R e I.- ¿Cuántas horas trabajabas?
T.- Yo estaba en la casa de día y de noche, todo el mes y no había vacaciones.
R e I.- ¿Y los hombres y las mujeres?, ¿Trabajaban en las mismas cosas?
T.- No. Las mujeres sirviendo, y los hombres al campo. ¡Pobrecitos!

(...)

R e I.- ¿A quién acudían cuándo tenían una enfermedad?
T..- ¡Al medico! ¡A ver! ¡Vaya una pregunta! (risas) (...)
R e I.- ¿ Y había medicinas?
T.- No, no había medicinas
R e I.- Entonces, ¿Cómo os curaban?
T.- ...al que se moría se le enterraba, y ¡hala!, y se ponía la gente de luto no como ahora que no se ponen y en las casas ponían un lazo negro y estaban de luto.
R e I.- ¿Durante cuánto tiempo estaban de luto
T.- ¡Uhh! (ríe) Había muchas que se la juntaban dos lutos. No es mentira.
R e I.- ¿ Y qué cosas se hacían y qué cosas no, mientras de luto?
T.- Todas de negro y en las ventanas un lazo negro y no como ahora.
R e I.- ¿Y que cosas no podían hacer?
T.- Ir al baile. Ahora no hay luto.

C. La GUERRA CIVIL. Negro y Blanco.

Tomasa había tenido más de un pretendiente. Al menos un hortelano de Leganés, apodado “el Tomate” porque "era muy colorado" Pero se casó con otro, en 1935. Poco podía imaginar entonces el giro que iba a dar su vida al año siguiente.
R e I.- ¿Se casó de blanco?
T.- Claro. Yo iba embarazada, de mi hijo
R e I.- ¿Dónde lo celebró?
T.- Lo celebré en el Biarre, en Madrid. La gente del pueblo pusieron coches y todos hacia Madrid. No como ahora. Biarre está en Cuatro Caminos.
R e I.- ¿De qué te acuerdas de la guerra?
T.- De que pasé mucha hambre (ríe). Comíamos la cáscara de las patatas... Yo estuve o cuatro días sin catar nada. Mi marido estaba aquí con los nacionales y yo estaba con los rojos. Yo me fui con mi niño que tenía once meses
R e I.- ¿ Y por qué te fuiste?
T.- Cosas que se hacían. Yo cogí a mi hijo en brazos y tenía mucha hambre y ¿por qué me fui? Si no, mi hijo se muere. Lo cogí en brazos y eché a andar a Madrid.
R e I.- ¿Dónde pasó usted la guerra?
T.- En un pueblecito que se llamaba Valdeiglesias, al lado de Camporreal (se refiere naturalmente a San Martín de Valdeiglesias) ¿No habéis oído hablar de Valdeiglesias?. Estábamos en la Plaza Mayor para coger vales para comer en el bar, luego venía la aviación y los que estaban adelante se iban para atrás y al revés. Se deshacía la cola, ¿Sabes como te digo, hija?
R e I.- Cuántos (bombardeos) vio usted?
T.- Yo no vi nada de la guerra.
Yo sé un cantar de la guerra, que le sacaron los rojos ( Y se pone a cantarlo):

Camino de Legazpi
en un 37
a las 10 de la noche
te vienes para acá,
con unas cuántas copas
de más en la cabeza,
sin cinco en el bolsillo,
sin nada que fumar.

Vienes echando chispas
por no poder quedarte,
tan si quiera una noche,
(a) dormir acompañao

Y mientras en Madrid,
todos los enchufados
se ríen de la guerra
y viven como Dios
y luego van diciendo
¡Soy un luchador!

R e I.-¿ Y su marido?
T.- Mi marido estaba aquí con los nacionales.
(Es decir, era simpatizante de los nacionales. Al principio de la guerra, con Fuenlabrada aún dentro de la España Republicana, lo tenía difícil) Como recuerda Tomasa:

A los jóvenes se les llevaban al frente y se escondió en un pajar lleno de paja, con un hermano, Y una cuñá´ mía le cuidaba, le quitaba la teja y le metía la comida.
Tres meses después, cuándo los rebeldes tomaron Fuenlabrada, pudo salir de su escondite. Su esposa y su hijo ya no estaban allí.
R e I.- ¿Él era del Ejército?
T.- No. ¡Él tiraba tiros para allá dónde estaban su mujer y su hijo! (ríe).
El último año le llamaron para ir a la guerra.
Cuándo terminó la guerra, ese día nos fueron a buscar a Valdeiglesias porque sabía que estábamos allí.
Volvieron a su casa, una casa alquilada “al lado de la fuente de los Cuatro Caños”:
T.- Cuándo terminó la guerra yo la hice con cascotes, porque es que entonces (se refiere a la guerra) pusieron un polvorín en el pueblo y cuándo explotó, se cayeron muchas casas,... Yo no estaba aquí, me lo contó mi marido. (...) Cuándo terminó la guerra, hice la casa con cascotes. Mi hijo acarreando cascotes...

Conclusión:

R e I.- Tuvimos que preguntarle muchas veces las mismas preguntas porque no nos oía bien. Nos preguntó que por qué le hacíamos tantas preguntas. Nos dijo: “No conozcáis ninguna guerra”

Una experiencia autobiográfica: Gregoria S. H., una niña en el Madrid sitiado (1936-1939)

Una experiencia autobiográfica: Gregoria S. H., una niña en el Madrid sitiado (1936-1939)

Un trabajo de Ruth Rodríguez Gijón (2º de Bachillerato)

Gregoria S.H. nació en Navalafuente (Madrid), en 1925.

“Yo estaba en Pinto con mis tíos cuando empezó la guerra. Fue horrible porque los segadores se vinieron a casa porque les pagaban poco. Entonces los patronos por la noche salieron con escopetas tirando tiros al aire para asustarlos y ya empezó todo mal, de mal en peor.

Un día pregunté a una señora por qué era esa guerra y me dijo que “había un ‘bujerito’ muy pequeño y todos querían meter la cabeza por el mismo sitio y no podía ser, así que empezó la guerra. El 18 de julio del 36 empezaron a matar a monjas los que se les ocurría. Yo caí mala con unas fiebres muy altas y estaba visitándome el médico. Un día no vino, mi tía lo extrañó, entonces salió a comprar y la contaron que había ido a Valdemoro y le dijeron que le iban a matar a él y a su esposa, así que tuvo el valor de matar a su mujer y luego matarse él. Fue un golpe para el pueblo muy grande, venían con los coches y se los llevaban, unos volvían y otros no.

Venían de los pueblos de alrededor y de Toledo, se llenó el pueblo de gente, pero a los pocos días tuvimos que salir nosotros de muy mala manera en un carro de mulas, e iban cuatro personas mayores y ocho niños, la mayor yo que tenía once años, y cosas que llevaban. Llegando a Getafe a mi tío le detuvieron para hacer trincheras, entonces mi tía no sabía a donde ir y vamos por el paseo de las Acacias y en la acera junto a la glorieta de Embajadores estaban dos señoras y se quedaron mirando, y una a la otra le dijo a dónde irá esa señora con tantos niños, y se da cuenta y dice “pero si es María” y la preguntó “pero a dónde vas”; “a tu casa si me admites”, y la contestó “de puertas para adentro todo son camas”.

Vivían en la calle Ercilla, 25, así que allí estuvimos no mucho tiempo, porque empezaron a tirar bombas y obuses desde Carabanchel, la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Un día tiraron una bomba enfrente de donde estábamos, así que mi tía nos cogió y nos llevó a la calle de Carranza, 3, en la portería que era un sótano como un pasillo, y allí no cogíamos todos porque la portera tenía un piso en el último con muchas habitaciones, pero no podíamos subir porque empezaban a tirar bombas, y como éramos tantos niños nos ayudaban a bajar al sótano, y un día una señora cogió a uno de mis primos y se cayó por la escalera, y se rompió una pierna, así que no nos dejaban subir, pero yo tenía que dormir encima de un baúl, así que alguna vez me subía, pero empezaban a tirar las ametralladoras desde el Clínico y la Ciudad Universitaria que parecían que estaban allí mismo, así que otra vez para abajo. Un día cayó un obús en el reloj de la glorieta de Bilbao. Yo estaba en el patio y me asusté mucho, pero un día nos mandó mi tía por pan a Fuencarral, vinieron los aviones tirando bombas en un hospital que estaba en la glorieta de San Benardo que se llamaba de la Princesa –que luego le tasladaron a Diego de León-.

Por las noches, cuando venían los aviones nos teníamos que ir a los cafés que había por allí, dormíamos en el suelo y las mesas de los cafés que eran de mármol estaban heladas, y había que levantarse unos para acostarse otros. Así que nos fuimos a Antonio Maura. Era una casa grandísima, estábamos seis familias y cada una teníamos tres habitaciones grandes. Una de ellas daba al museo de Artillería, y había unos cañones que apuntaban a la casa; como yo no sabía que era un museo, pensaba que aquel cañón iba a disparar en cualquier momento. Allí lo peor era la cocina, porque nos juntamos todos a la misma hora, y por la noche estaba la policía abajo y si dábamos la luz nos gritaban que apagáramos la luz porque estaban los aviones bombardeando. Guisábamos con los archivos de papel y libros que había muchos, no se si sería la casa de unas personas importantes por lo que allí había de vajillas, cubiertos, ropa, en fin, de todo.

Había un cañón en el Retiro que aquel sí disparaba, y menudo miedo. Mis tíos se iban a las colas para poder comer, y yo me quedaba con los cuatro niños. Cuando tiraban las bombas, que venían los aviones, yo con mi corta edad cogía a cada uno en cada brazo y los otros cada uno a mi lado, parecía una gallina con cuatro pollos. Bajábamos al sótano, era el sitio que nos parecía que estábamos a salvo, y no era así, porque si la casa se caía allí nos aplasta.

Yo ya estaba muy asustada y me quería ir a mi casa. Yo no sabía el día en que vivía, ni el mes, ni nada, y un día me dice mi tía que me iba a hacer un vestido, que la iba a decir a una modista que había allí que a ver si me lo tenía para el día 6. Yo la dije que si iba a venir mi padre, y me dijo que era el día de Reyes. Ella no sabía nada, pero llaman a la puerta y cual es mi sorpresa cuando veo a mi padre, no veas que alegría. Yo estaba deseando de irme de Madrid, así que me fui desde el Retiro hasta el pueblo. Lo pasábamos mal andando, luego cogimos una camioneta de leche, entre los cántaros, hasta Cabanillas, y desde allí andando.

Al poco tiempo me fui a un molino a Cabanillas. Como los hombres estaban en la guerra, teníamos que hacer las tareas de ellos las mujeres. Yo molía de todo menos trigo, que no nos dejaban, estaba prohibido. Lo peor era que ese molino era de agua, y las piedras grandes redondas, pero el agua estaba en una presa que se cerraba con una compuerta de madera, y había que levantarla con una barra de hierro y una piedra. Yo con mis pocos años no se como no caí a la presa algún día, porque era peligrosa. Lo había que echar en una tolva poco a poco, porque con el saco no podíamos porque pesaba mucho y podía haberme caído a la tolva, y quien venía a moler eran chicas como yo, y traían unas mulas y teníamos que meterlas en el molino poco a poco en los sacos, y luego lo atamos. La suerte fue que no se desatara porque era muy difícil.

El 28 de marzo del 39 se acabó la guerra civil. Los soldados republicanos venían andando con los pies llenos de llagas, y los de Franco venían en camiones cantando. Traían comidas enlatadas y hicieron al lado de un pajar lumbre para calentarse, y les dijo una señora que no hicieran lumbre allí, que lo hicieran un poco más allá, porque había un pajar y se podía quemar, y la contestaron que “los soldados de Franco lo tenemos todo pagado”, y se fue sin otra cosa que decir”.

La última carta de la Guerra Civil

La última carta de la Guerra Civil

Una viuda recibe el correo que su marido le envió desde el frente en 1937

(...) El mes de abril de 1937, el ejército de Franco reclutó en ese pueblo (El Real de San Vicente, Toledo) a Anastasio Maqueda y a Martín Llorente (sentado y a la derecha respectivamente), dos labradores, amigos de la infancia, que no tuvieron más remedio que incorporarse al 10º Regimiento e Artillería Ligera, de la 55ª División , con base en Villamayor (Zaragoza). Tras dos meses en las trincheras, los dos amigos decidieron pasarse al enemigo. Sabían del peligro –a los desertores los fusilaban-, pero también de la recompensa: sus hermanos mayores luchaban por la República en el cuerpo de guardias de asalto. La madrugada del 14 de junio –cuatro días después de escribir la carta- (a su mujer Amadora Morales avisándole con un mensaje en clave) aguardaron a que pasara el cabo para darle la novedad y se zambulleron en un trigal alto, sin cosechar por culpa de la guerra, que se les ofrecía de cómplice delante de su trinchera.

Aunque la caballería intentó darles alcance, Anastasio y Martín lograron su objetivo. A la mañana siguiente, los republicanos les enviaron –junto a otros 30 jóvenes que también habían desertado- a un centro de recuperación en la retaguardia. Luego fueron destinados a una unidad e Artillería de Madrid, donde se batieron junto al Viaducto con las tropas de Franco apostadas al otro lado del Manzanares. La guerra terminó e intentaron volver al pueblo, pero a ambos los detuvieron, los condenaron a muerte por deserción y, aunque conservaron la vida por no tener delitos de sangre, hubieron e pagar largos años de represalias. Amadora recuerda los “cinco años, cinco meses y cinco días” que penó su Anastasio entre rejas, la de horas zurciendo que tenía que pasar ella “en casa de una pantalonera de derechas” para ahorrar y llevarle un poco de carne. ”Yo sabía, dice, “que si no lo alimentaba se me moría en la cárcel. ¡Hay que ver qué cara de difunto tenía al principio y cómo fue cogiendo vida!”

Aquella carta nunca llegó al correo. El mando franquista la interceptó para averiguar los motivos de la fuga y la envió después al Archivo Militar de Ávila. Allí la encontró, 67 años después, el periodista Pedro Corral, autor de un libro –Si me quieres escribir (Debate)- sobre el frente de Teruel. Corral, que buscaba documentación para otro trabajo, la leyó y decidió seguirle la pista haciendo de cartero. Se plantó en El Real de San Vicente y buscó a la mujer. Amadora, anciana ya, le contó que sí, que Anastasio desertó, que sufrió cárcel, que juntos rehicieron la vida; que tuvieron una hija, que disfrutaron de la llegada de la democracia y del triunfo de los socialistas, “los suyos de siempre” (...)

La carta no llego tarde porque tardara 67 años en alcanzar su destino, sino porque, cuando al fin lo hizo, Anastasio acababa de morir. “Mi querida esposa”, leyó por fin Amadora con la emoción en los labios, “me alegraré de que a la llegada de esta cariñosa carta te encuentres bien...”

EL PAÍS, Viernes 8 de abril de 2005, Contraportada

Tres historias de guerra

Tres historias de guerra

Jesús Sánchez Fernández (edición y dirección); Patricia de Barrio, Mercedes Francisco e Inés Moreno (Elaboración)

Según un sencillo sondeo elaborado entre un centenar de alumnos de 3º y 4º de E.S.O. en clase de Ciencias Sociales, 2 de cada 3 alumn@s, de este centro de Fuenlabrada ,tienen familias de origen manchego y extremeño. Ambas regiones tuvieron un papel destacado en la dramática historia de la España de los años treinta. Otros provienen de algún rincón de la provincia de Madrid, o de provincias limítrofes como Avila

1. EXTREMADURA

Extremadura era tradicionalmente un área de latifundio y dehesa.
En Arroyomolinos de Montánchez, un pueblo del sur de Cáceres situado a los pies de la Sierra del mismo nombre, vivía en los años veinte, la familia paterna de nuestro alumno Pedro MS. Eran tres hermanos. El abuelo de Pedro era Manuel, el del medio. Pero el único que queda es Andrés MG, el menor de ellos. A él se le realizó la entrevista. A él y a su mujer. Sergia, nacida en ese pueblo en 1920, se casaría con Andrés al término de la guerra. Ella recuerda cómo era la vida durante su infancia:

“ Mi padre era pastor, nosotros siempre estábamos en el campo con él. Se ganaba cuatro duros al mes y con eso teníamos que tener todos para comer ¿sabes? y los dos hermanos mayores les poníamos los zahones por debajo del cuello porque se les caían de la cintura de “sequinos” y de “chiquitos” que eran. (…) Cuando yo tenía seis años estábamos en el Cotomarro con los Pacheco que eran los más ricos de toda la provincia de Cáceres y de Badajoz, y estuvimos seis años en el Cotomarro. Recuerdo la amistad que tenía mi padre con el dueño que también se llamaba José, José el guarda y José mi padre; y recuerdo pues que tenía nueve hijos, allí los crió pues como reyes y que a los dos mayores se los llevó mi madre al pueblo…Los Pastores como mi padre cobraban harina y una porción de aceite, un quintal de trigo y cinco litros de aceite más el sueldo que tenía".

Como L@s niñ@s tenían que ayudar en casa, no frecuentaban la escuela:

“Y estábamos todos pues reunidos y ni había escuelas ni nada, porque en el campo no había nada … Mi padre me enseñó a leer nada más que la cartilla y me obligaba a que la aprendiera antes de irme a dormir. Había veces que me iba a dormir antes de que viniese mi padre y cuándo él llegaba me despertaba para leer la cartilla.”

Durante la II República, la reforma Agraria, finalmente abortada en la guerra, había comenzado a asentar a las familias de trabajadores residentes en los pueblos como colonos, principalmente en la provincia de Badajoz.

Al empezar la guerra, fue Extremadura una de las primeras regiones ocupadas por los rebeldes (mal llamados “nacionales”). En aquel verano de 1936 se desencadenaban con impunidad atroces crímenes que tenían eco inmediato y respuesta en la otra zona y así sucesivamente, incrementando de manera horrible la espiral de la violencia : ajustes de cuentas, venganzas personales, paseos, represalias.

Andrés M, relata lo que les ocurrió al estallar el conflicto :

“ A mi hermano mayor me lo mataron. A tu abuelo, (,Manuel) al salir en defensa de su propio hermano le condenaron a pena de muerte y tras redimirle, se fue a la zona roja para vengar a su hermano. Y yo me quedé en el pueblo y a los 2 años de guerra, me llamó el ejército (de Franco) para ingresar en él ) (…) “En el pueblo (Arroyomolinos de Montánchez) entró una compañía del ejército de Cáceres (alzados) a tomar posesión del pueblo. A mi hermano le mataron porque fue el único que tuvo el coraje de decirles: “Váyanse ustedes al pueblo con sus caballerías. Y váyanse a labrar las fincas que tienen en el pueblo que las tienen sin cultivar. Este terreno que conceden el gobierno de la república son para los que no tienen apenas nada, o sea para los obreros”Tras decir esto se lo llevo un tal Gilancia como vengándose de una paliza que les habían dado mis hermanos. Y cuando se iban, el tal Gilancia dijo: “Vámonos que te va a sobrar las tierras” Se llevaron a una veintena de hombres a la cárcel en los que estaba tu abuelo Manuel".

El avance rebelde se dirigía desde Andalucía hacia Extremadura por la ruta de la plata, pasando junto a la frontera portuguesa. La represión concebida por los alzados como operación de terror ejemplarizante y eliminación de todo partidario del gobierno, fue durísima: la plaza (vieja) de toros de Badajoz salpicaba los titulares de la prensa internacional. Sergia todavía guarda la impresión que le produjo lo ocurrido en el pueblo de Badajoz, Don Benito (en agosto de 1936):

“fue uno de los últimos pueblos que se tomaron, no había quién lo tomara. Y esos Castillejos de Barquero, otros de Cabanillas, eran de los señores de Don Benito, y claro como los cogieron, y de allí no salía nadie, pues entonces los que tenían de guarda se quedaron de amos. Buscaron en el pueblo quién guardara cochinos, ovejas, leños y cabras, lo que tuviesen allí y todo el ganado que había. Y ellos ya como los señores. No creían ellos, que ellos ya eran personas de 40 o 50 años o menos, pero no sabían si los iban a matar, porque es que Don Benito tuvo un bombardeo (artillero) que no había quién lo tomara, y, claro; ¡no se sabía si iban a matar en ese bombardeo a los amos de las dehesas o no los iban a matar! La toma de don Benito fue una toma muy tremenda porque los estaban esperando por caminos y veredas. Fue muy tremenda porque tardaron mucho en entregarse Don Benito.”

Pedro pregunta al hermano de su abuelo cómo había comenzado todo y por qué se luchaba:

“Y viendo que en la segunda república habían ganado eso, (se refiere a las elecciones de febrero de 1936), fueron cuándo dieron un golpe de estado y les quitaron el gobierno a las izquierdas. Se apoderó Franco de la guerra en el año 1936, y las quintas que estaban actuando entonces, que eran las del año 1927 hasta las del 1929” (...) “Luchaban las derechas contra las izquierdas, aunque en aquél entonces se decía rojos y fascistas. La clase obrera contra la clase rica, o sea, los rojos eran la clase obrera y los fascistas eran la clase rica” (...) “Uno (defendía) al capital y otro al trabajo.”

El 12 de marzo de 1938, un año antes de terminar la guerra, Andrés, el pequeño de los tres hermanos fue llamado a filas:

Pedro M.- “¿Cuántos años tenías cuando empezó la guerra?
Andrés M – Yo nací en el 1919
P - ¿Te obligaron a ir o fuiste voluntario?
A - ¡No, no! Fui por mi quinta, aunque la mía fue una
quinta joven porque en aquellos momentos se precisaba gente para ir a la guerra. La quinta más joven eran los que fueron después de la mía.
P - Cuándo fuiste ¿tu ya tenías tus ideales o te obligaban a tener otros ideales diferentes a los tuyos?
A– Allí teníamos que ir con los ideales de Franco, a defender a él. No me ha gustado nunca apuntarme a las sociedades ni organismos donde se hablaba de política y de todos eso...
(...)
P _ ¿Qué solíais comer?
A_ En las trincheras, una latitas de sardinas y unas pastillas de chocolate. Pero estuvimos quince días sin apenas comer nada porque nos cortaron las trincheras.
P _ ¿Llegaste a enfrentarte con el bando contrario?
A _ En las trincheras si me enfrenté a ellos pero cuándo me sacaron de las trincheras, por no querer hacer el servicio que me mandó hacer un cabo, el teniente me dijo que no volviera a aparecer más. Y entonces me cambiaron de un batallón de fuerzas de línea. Casi todo el tiempo que estuve en el ejército fue en las trincheras, porque dio la casualidad que el año que yo estuve en el ejército fue en las trincheras, porque dio la casualidad que el año que yo estuve era cuando estaban reconcentrando todas las fuerzas para la terminación de la guerra, como las del Ebro o las del Norte.
P _ ¿En algún momento te llegaste a enfrentar a tu hermano Manuel (mi abuelo paterno)?
A _ ¡Hombre!, es que el estaba en la otra orilla del río Zújar, allí estaba cuándo estaba en los guerrilleros. Yo estaba en la segunda avanzadilla, en ametralladoras, y al otro lado del río estaba mi hermano.
P _ ¿ O sea que en algún momento podías haber matado a tu hermano?
A _ ¡Hombre, claro! Y él no quiso matarme a mí, porque tu abuelo era guerrillero de los servicios secretos y se pasaba de un bando a otro todas las veces que le interesaban para hacer servicios de espionaje, para reconocer la violación de un puente, corte de una carretera... Es igual que lo que hacen actualmente los terroristas y todos esos. Pero tu abuelo, como sabía dónde estaba yo , pues... Una noche estuvo detrás de mi, sentado un rato, observando lo que yo hacía, porque ellos se metían en bando contrario para observar los movimientos del rival".

2. LA MANCHA

La Mancha fue desde julio de 1936 un territorio leal a la República y así permaneció en su mayor parte (excepto algunas zonas occidentales) hasta el final de la Guerra Civil. Se produjo en estos años la experiencia social de la colectivización rural que llegó a muchos pueblos: se reunieron las viñas, las mulas, los aperos de labranza.; se crearon centros de abastos de subsistencias, se quemaron los registros de la propiedad y se abolió el dinero.

Mientras, muchos manchegos marchaban al frente dirigiéndose a Madrid, Cuenca, Teruel...el Ebro. Algunos no volverían y sus restos todavía no están sepultados donde deberían, junto a sus familiares fallecidos, en los cementerios de sus pueblos dónde nacieron o dónde vivían cuándo estalló la guerra. Otros sí pudieron regresar, pero al poco de llegar a casa fueron detenidos y encarcelados. Así ocurrió con los que enviaron a Valdenocedas (Burgos) como podréis leer en el extracto del artículo que recogeremos e incluiremos en la edición en papel del número número 1 de entresiglos. Incluso unos cuantos afortunados como Anastasio Maqueda pudieron años después, tras salir de la cárcel, volver a casa e intentar rehacer sus vidas con los suyos. También podéis seguir su historia en el extracto del artículo que también publicaremos aquí mismo. Ambos proceden del Diario El PAÍS.

Lorena, de 2º de Bachillerato entrevista a sus abuelos paternos, Pedro A, jornalero nacido en 1928 y Victoria G. , ama de casa. Ella, tres años más joven, nació en 1931, el año en que se proclama la República. Ambos son naturales de Navaherrmosa , un pueblo situado a los pies de los Montes de Toledo a unos 30 Km. al SurOeste de la capital provincial. Allí vivieron hasta que emigraron a Madrid en 1973:

Victoria G:_ “La guerra fue muy dura, luchaban hermanos contra hermanos y en los ríos no corría agua, sino sangre, según decía padre (se carientristece)
Lorena A.- ¿Pero fue tan dura, según tu padre?
V .- Sí, para muchos
(...) después de la guerra, se pasó mucha hambre y calamidades, ya que los patrones no paganban na´ y el dinero no valía. Ahora me viene a la cabeza, que el abuelo de tu padre era alcalde del pueblo y vivíamos bien, pero con el mal nacío´ de Franco, se llevaron detenido a mi padre por una confusión de ideas.
(De repente mi abuelo se mete en la conversación)
Pedro A.-. Cuándo Franco ganó, yo estaba en el campo con unas muchachas y una tenía un puñao´ de pan y me dijo a buena hora:
-Ahora los de izquierdas pasaréis hambre
Yo cogí y la arreé un ostia (sic) que le quité el pan y la conteste:
-¡Tú, pasarás ahora hambre!
V .- Todos los domingos se iba a misa por la mañana y no sé, cómo no te obligaban todos los días
(Mi abuelo comenta otra vez)
P.- ¡Porque entre semana era más importante el trabajo que Dios!
V.- Anda, anda, calla que muchos iban
P.- Los que vivían del cuento
L.- Pero era en Latín, ¿La entendíais?
A.- No, pero ponías buena cara y hacías lo que los demás.
L.- Pero Franco ¿os obligaba a ir a misa?
A.- Y a muchas cosas que no querías.
L.- ¿Y de la muerte de Franco? ¿qué?
A.- Buh, pues mucho cambio
L.- ¿Cambió de qué?
A.-. De to´
L.- ¿Pero de qué? ¿De mentalidad?, ¿De vida?, ¿De ideas?
V.- De to´ , de to´.
L.- Pero ¿A lo bueno?
V.- A lo bueno y a lo malo.
L.- Pero ¿En qué época vivías mejor?
V.- Hoy se vive muy bien, pero cada época se vive de una forma u otra
L.- Y hoy en día ¿Qué te parecen tantos avances?
V.- Yo no entiendo nada.


3. HACIA MADRID.

Otr@s de nuestr@s alumn@s provienen de familias originarias de provincias vecinas a la Comunidad Autónoma de Madrid, como Ávila. En Castilla la Vieja, (Castilla y León, como se denomina hoy esta comunidad autónoma), triunfaron las derechas en las elecciones de febrero de 1936 , (las últimas en 40 años, ganadas en toda España por la coalición izquierdista del Frente Popular) y triunfó también el golpe militar que en julio de ese año abocó a la Guerra Civil. Podría decirse que allí no hubo guerra, pero sí represión.

Ceferino J M, era entonces un chaval de 11 años. A punto de cumplir los 80, aún se acordaba de la letra de coplillas, canciones y dichos que había escuchado de pequeño:

Sobre la Guerra de Marruecos (1909-1926):

“En el cerro Gurugú,
hay una fuente que emana
sangre de los españoles
que murieron en campaña.”

Sobre la llegada de la República:

“Carnavales han venido,
carnavales han llegado,
la República ha venido
y eso sí que no se irá”.

O este otro:

“Que traigo la falda muy adornadita
de los tres colores de la banderita
por si algún chiquillo se quiere acercar
hacia la comparsa del día carnaval”.

Y este eslogan: “El que no vote a las izquierdas no tendrá parte en las dehesas”

Cuándo estalló la guerra vivía en su pueblo natal, Solana de Ríoalmar (Avila) situado en las estribaciones de la Sierra de Gredos:

“ Me enteré por la radio. Dijeron que había entrado Franco por Sevilla con ayuda de los ingleses (sic) y los alemanes. En un bando estaban los nacionalistas (derechas) y en el otro lado los rojos (izquierdas). Recuerdo que a Solana iban los falangistas preguntando a los alcaldes quién era rojo y en concreto, me acuerdo que se llevaron a 8 personas en un furgón. Además, me contaron que a tres de ellos les fusilaron y uno que creían muerto se escapó y consiguió llegar a un hospital. Los falangistas ala ver que salía del hospital le obligaron a decir: ¡Viva España!, pero cono no lo dijo, lo fusilaron ahí mismo.”

Poco después, a Ceferino lo mandaron a estudiar a un seminario en Salamanca dónde estuvo hasta los 16 años, de modo que pasó allí los años de la guerra. Recuerda que:

“bombardeaban cada dos por tres y los pobres nos insultaban porque éramos seminaristas.”

El avance rebelde hacia Madrid se retrasó por la decisión de ocupar antes Toledo auxiliando a los que se habían hecho fuertes en el Alcázar . Fue esta una decisión personal del General Franco que ya se alzaba sobre el grupo principal de los militares sublevados. En el camino hacia la capital por las carreteras de Extremadura y de Toledo , Fuenlabrada (como Móstoles, Leganés o Getafe), fue ocupada entre el 2 y el 4 de noviembre de 1936. Un año antes, el 13 de diciembre de 1935 había nacido allí Lucía J M, abuela de Cristina. Naturalmente, de la guerra no tiene ningún recuerdo y poco sabe porque “mi madre no me contó nada”. Fuenlabrada es hoy una ciudad que cuenta con unos 190.000 habitantes (187.963 en el 2003), pero era entonces hace 70 años una localidad rural muy distinta.

“En aquella época nos íbamos al campo en burro a labrar ya que la mayoría de las familias tenían una pequeña huerta. Yo sólo fui dos años a la escuela de los 8 hasta los 10 años y después me fui a servir para ayudar en casa. Mi abuela me decía que era una lástima que no me pudieran dar estudios porque yo valía para estudiar pero en aquella época no se podía. Empecé con 10 años en casa de una vecina mía que tenía vacas y necesitaban una chica para limpiar los cántaros de leche, allí estuve hasta los 14 años.

Cómo no había agua potable en las casas:

-“Había que ir a la fuente de los Cuatro Caños con un cántaro de agua y llenarlo para pasar el día. Teníamos que ir por las calles llenas de barro con botas catiuscas porque no había carreteras y las aceras eran muy estrechas. Tampoco había servicio, pero como en todas las casas había un corral en la parte de atrás, allí íbamos a hacer nuestras necesidades, y las gallinas se las comían. Siempre que nos veían sentar al corral no seguían y nos picaban el culo,¡lo mejor de todo es que luego esas gallinas nos las comíamos!. El pis lo hacíamos en un cántaro y por la noche se tiraba a la calle. Cuándo ya me case con tu abuelo, él me hizo un pozo negro y me puso una taza en un cuartito en el patio, cuándo el pozo negro se llenaba se llamaba a una empresa para que lo limpiara.”

Por entonces, en el pueblo de Fuenlabrada no había mucho futuro, así que la familia tuvo que ir a principios de los años 40, a buscar los medios de sobrevivir en otra parte. Lucía tenía entonces 15 años:

“Fui a Madrid con mi madre y mis hermanos cuándo comenzó a funcionar el ferrocarril. Teníamos que estar allí todo el día porque el primero salía del pueblo a las 8 de la mañana y volvía a las 8 de la noche. (…) empecé a trabajar en una tienda de ropa en la que ganaba 27 duros al mes, (135 ptas, unos 80 céntimos de Euro) y en vez de cobrarlo, mi madre, como (yo) ya tenía novio, el dinero me lo empleaba en sabanas, toallas y cosas para cuando me casara. Para comprarme una sabana tenía que ahorrar dos meses porque con la paga de un mes no me llegaba y poco a poco me compré todo.

“Mucho vestido blanco,
mucha farola,
pero luego el chuchillo
en la lumbre con agua sola".

Sin saber que mi vestido estaba hecho con unas cortinas viejas. Pero yo no tenía por qué decir de dónde había sacado el vestido.”

Valorando la forma de vida de aquella época, dice:

-“Antiguamente a las mujeres no se les permitía entrar en los bares porque perdían prestigio y tampoco estaba bien visto que fumasen. Si tenias novio, ya tenía que ser para casarte, porque si te dejabas con él, ya no te casabas porque habías estado anteriormente con otro hombre y no se aceptaba.”

"A mí no me pareció mala, la época de Franco, nosotros en esos años vivíamos muy bien, no puedo reprochar nada. Lo malo de esa época fue que no podías exigir ni reprochar nada, siempre había que hacer lo que él quería y la mujer tenía muy pocos derechos.

"Ahora, hay que agradecerle todos los pantanos que hizo que nos proveen de agua"."

Presentación

Presentación

Agustín Izquierdo Alberca

Llevamos varios decenios oyendo hablar de la desintegración de la cultura tradicional, de la falta generalizada de valores y de la profunda crisis de identidad de la vieja Europa. Ahora, en España, contemplamos una cara de esa crisis a través de un enfrentamiento político que se caracteriza, principalmente, por el enturbiamiento deliberado de la información. En esta coyuntura es difícil que el ciudadano de a pie puede salir indemne. Es complicado pensar por uno mismo, sobre todo si estamos acostumbrados a que los datos nos vengan suministrados desde fuera (léase periódico, televisión radio, etc. ). Por eso, en estos momentos de incertidumbre global, el papel del análisis histórico permanece tan relevante como siempre. A partir de aquí, el nacimiento de Entresiglos 20/21, la revista que hoy presentamos, parte de una vocación de encuentro con la historia y con la perenne curiosidad intelectual sobre ese concepto tan relativo que conocemos con el nombre de "verdad". Nuestra iniciativa, y de esto estamos más que convencidos, pasa por enseñara buscarla.
El ciudadano de pie al que hacíamos referencia se forma, entre otros ámbitos, en nuestras escuelas y centros de secundaria y es en ellos, como profesionales de la enseñanza que somos, donde podemos empezar a promover el interés por la aventura de la historia. No se trata de investigar o aprender sólo por placer de hacer más abultada nuestra memoria, sino de convencer a nuestros jóvenes de su participación real, de que están contribuyendo en la medida de sus posibilidades a hacer historia, a escribirla, a formar parte de ella y, quizás, a resolver algunos de los problemas en los que nos vemos implicados a la fuerza. Así, pues, Entresiglos 20/21, es una apuesta directa por la participación de los alumnos en la investigación histórica que, bien seguro, acabará haciéndolos conscientes de su papel de agentes sociales y de protagonistas en la creación de opinión.
A menudo hablamos de las grandes corrientes históricas y de los prohombres que las forjaron, pero es bien sabido que debajo de todo ese mundo sobresaliente existe una poderosa corriente de microhistorias, de historias anónimas y particulares, de intrahistorias que hacen posibles los grandes cambios. La investigación de estas particularidades es la materia prima de las interpretaciones generales que luego vemos plasmadas en ensayos y libros de texto, y es en este menester donde Entresiglos 20/21 quiere colocar su aportación. Decía Marc Bloch, eminente medievalista francés del siglo pasado, que "no existe el buen testigo; no hay más que buenos o malos testimonios." El testimonio de los menesterosos, si es bueno, vale tanto unido al de sus iguales como los de Alejandro Magno o Napoleón Bonaparte. Investigando las peripecias del padre, de la prima o de la bisabuela, es posible que nuestros estudiantes consigan acercarse al oficio de historiador. En tiempos difusos el conocimiento histórico se convierte en una necesidad acuciante y la historia oral en una fuente de reconstrucción de nuestra identidad y de nuestros orígenes sociales. Únicamente sobre estas bases podremos vislumbrar el futuro.
Los beneficios pedagógicos de la creación de esta revista están fuera de toda duda. En primer lugar, intentamos propiciar el acercamiento del estudiante, por sí mismo, a los datos históricos y romper así con el extrañamiento que la histori1t. puramente libresca produce en el alumno. En segundo lugar, estimulamos que el proceso de aprendizaje no se sustente únicamente en la clase magistral o en la lectura de discursos ajenos, sino en el trabajo individual, esto es, en el autoaprendizaje. Por último, sin duda lo más importante, desarrollamos el librepensamiento de nuestros estudiantes y su autonomía intelectual. En el actual contexto de nuestra educación secundaria, lograr que determinados alumnos trabajen desinteresadamente en estas páginas, aunque sean pocos, nos resulta sumamente reconfortante. Es posible que Entresiglos 20/21 contribuya a ir desmontando poco a poco la pésima imagen que se tiene de la juventud de hoy. También puede suceder que contribuyamos a dejar obsoleta una frase que los profesores de historia repetimos hasta la saciedad: "quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo." También habrá quien piense que, a la postre, nos habremos nutrido más de entusiasmo y voluntarismo que de resultados tangibles. El tiempo y nuestros alumnos nos lo dirán. Los más pesimistas pueden considerar la revista como un recurso educativo más, sin valoraciones añadidas. No les criticaremos por ello. En cualquier caso, no olvidemos que la verdadera democracia no es la puramente electiva, sino la que se construye día a día con la participación real e igualitaria de 1os ciudadanos. A este respecto, Entresiglos 20/21 está con aquellos que, por sistema, rehuyen la ignorancia y entienden que no hay democracia real sin conocimiento propio.
Por último, queremos subrayar que Entresiglos 20/21 está abierta a la participación de todos los sectores de la comunidad educativa que respeten su propuesta inicial. Esperamos que este proyecto cuente con apoyos suficientes para garantizar su continuidad y, por añadidura, el enriquecimiento del quehacer diario de nuestro centro.