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Nº 2 Marzo, 2006

Campesinos sin tierra, peones camineros y el caso del difunto perdido (Cartas de los electores a un diputado del Frente Popular, 1936)

Campesinos sin tierra, peones camineros y el caso del difunto perdido (Cartas de los electores a un diputado del Frente Popular, 1936)

Fernando Hernández Sánchez
Una de las servidumbres que los cargos electos tienen que afrontar en un sistema democrático es la de recibir peticiones de sus electores con los más variados motivos: personales, laborales, económicos.... o solicitudes para mediar en conflictos, “recomendar” a una determinada persona, o conseguir la adopción de determinadas resoluciones.
A continuación reproducimos los fragmentos de cuatro cartas recibidas por Jesús Hernández Tomás (1907-1971), diputado comunista por la provincia de Córdoba en las elecciones que el 16 de febrero de 1936  dieron el triunfo al Frente Popular[1]. A través de ellas se percibe vivamente el clima de expectación generado por la victoria de las izquierdas que, para los autores de estas misivas, se identificaba con el anhelo de una justicia social hasta entonces inalcanzada en el profundo sur caciquil y latifundista. 
Hemos respetado dos elementos originales de los documentos: la ortografía y la sintaxis. Debemos hacernos idea, al leer esta correspondencia plagada de expresiones humildes, ingenuas y trabajosamente trabadas, del esfuerzo que suponía para unos obreros iletrados dirigir sus reclamaciones por escrito a un cargo político que era, por primera vez y en todo el sentido de la expresión, su diputado.
La primera carta fue suscrita el 18 de abril de 1936 por un colectivo de colonos –campesinos que explotaban pequeñas parcelas de tierra a cambio del pago de una renta- del municipio de La Rambla:
 “Estimado camarada, salud. Te ponemos en conocimiento lo que nos pasa a los colonos del cortijo de ‘Marizorrilla’ (...) propiedad de la Sª Eujenia Mª Sol Duquesa Vª de Santoña y otros títulos (...) Llevamos de arrendamiento más del siglo pues vienen los hijos heredando a los padres estos arrendamientos y en el 1934 nos desaucian a 7 camaradas no por falta de pago sino porque no teniamos los contratos puestos a nuestro nombre porque nos los cedian nuestras familias (...) y le dan las tierras a varios fascistas que poseen muchas propiedades y nosotros pedimos el reingreso de nuestras tierras (...) Y pedimos todos los colonos la expropiacion del cortijo por que creemos que nos pertenecen y ademas nos hemos enterado de que tratan de vender las tierras a muy bajo precio por temor a que les sean despropiadas (...) Te rogamos que hagas lo posible para que nos sena entregadas esas tierras que por derecho nos pertenecen y terminen estos abusos que cometen con los trabajadores honrados del campo”.
El hambre de tierras golpeaba aún más intensamente a jornaleros como los de Zuheros, que hasta entonces no habían obtenido más respuesta que la actuación contundente de las fuerzas de orden público, según expresaban el 22 de mayo:
“En el día once de marzo actual, cuando sosteniendo una huelga de campesinos por nuestra colocación, la Guardia Civil sin haber harteración de orden, dispararon contra el Pueblo para atender las apetencias del viejo caciquismo que quiere por la fuerza (...) minar los simientos de la Republica, resultando de estos echos tres heridos y varios maltratados a golpes por la fuerza publica (…), prosediendose a la detencion de varios, entre ellos los heridos que despues de sanar han ingresao en la carcel (...) Los dichos obreros no han delinquido ni aun cometido la falta por la que se hicieron merecedores de tan malos tratos como han sido objeto y de la prologada pricion que sufren. Que son hobreros padres de familia las desamparadas, la falta de quienes con su trabajo les proporcionan lo indispensable para su sosten por todo lo cual a Vdes suplicamos se les conseda a estos hobreros dignos compañeros nuestros la livertad, lo que no dudamos conseguir de sus magnanimos y generosos corazones. Viva Vdes muchos años”.
Las condiciones de vida, que perpetuaban en el campo español la situación de miseria, aparecían reflejadas en este otro mensaje:

“Yo soy caminero peon en La Rambla de Cordoba, yebo 30 años desenpeñando este destino. Nosotros los camineros (...) tenemos ocho oras de trabajo manual con azado pico o rrastrilla: y serbisio permanente (...) y el suerdo que nos dan es para marbivil una familia, las obligaciones muchas y serias. Asi es que yo le suplico lebante su bos en el parlamento en beneficio de estos martires de su deber que tan poco atendidos emos sido en nuestras peticiones de mejora siempre se nos a dado la rrazon pero nunca la justicia a llegado con sus resplandor a nuestros tristes ogares”

Pero junto a estas, fundadas en la reclamación de legítimas demandas, no faltaban las solicitudes curiosas de quienes consideraban que la obligación de un cargo político era resolver cualquier cuestión, por surrealista que pareciese:
“El 5 de Julio del año pasado murió un hermano mio [y] lo enterraron al mismo tiempo que otros siete que murieron el mismo dia, y han hecho un lio tan grande que no se sabe donde está enterrado de entre los 8 como los demás; fue mi cuñada a reclamar y el director (anterior a este) le dijo que no dijera nada porque ya se arreglaria, el caso es que mi cuñada a vuelto infinidad de veces y le han echado con cajas destempladas, y esta es la fecha que despues de 10 meses no sabemos donde está enterrado; Triunfamos el 16 de Febrero y han cambiado el director de Cementerios (...) pero todo sigue igual (...) Que nos se nos atendiera antes lo comprendo, pero que sigan ahora las izquierdas lo mismo no hay derecho, por eso espero que haras algo por este asunto”.
Historias del mundo agrario, demandas de pan y tierra, reclamaciones contra desmanes administrativos. Testimonios, en fin, de una esperanza colectiva truncada apenas unos meses después, que uno de los peticionarios había logrado sintetizar en su carta:
“Aber si ahora en esta ocasión pudiera ser que se nos rreconociera, no con lujo sino para vivil con arreglo a lo dispuesto en la Constitucion de la Republica Española de trabajadores de todas clases.


[1] Archivo General de la Guerra Civil Española (Salamanca), Sección Político Social de Madrid, Caja 409, legajos 53, 56 y 57.

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